El orfanato

Pisadas pequeñas y rápidas se hacían oír por el oscuro pasillo del orfanato, informando a los guardias situados en la puerta que los pequeños huérfanos se habían despertado antes de la hora. Solo eran las cuatro de la madrugada pero era normal en el Orfanato de Hembridge. Era ya una rutina oír a los niños salir de sus habitaciones por la noche. Ellos se dirigieron raudos a la parte trasera del orfanato donde se encontraba el jardín abandonado. Se sentaron en un círculo y se cogieron de las manos, mientras que el mayor de ellos se quedo de pie en el centro. Él sacó un trozo de tiza, robado esa mañana a uno de los profesores, de los bolsillos de su andrajoso uniforme disponiéndose a dibujar un gran pentagrama en el sucio suelo. De su saco extrajo un cuchillo, dejando el primero en medio del pentagrama, y procedió a pasar el segundo a lo largo de su brazo hasta que la sangre oscura y densa empezó a escurrirse. El ritual estaba perfectamente coordinado, ya que lo habían hecho innumerables veces para conectar con su amigo. Su amigo. Ellos habían descubierto su existencia hace tres semanas. Era un niño como ellos pero que usaba un saco para cubrir su cara. Él les dijo como podían convocarle. Y así todas las noches ellos iban al jardín a visitarle. La pequeña figura apareció en mitad del círculo con un viejo saco de granja cubriendo su cabeza, sonriéndose para sí mismo. Se rió. Todo acababa de empezar. Solo necesitaba que los adultos estuvieran ocupados y no se entrometieran en su camino. Todos en este maldito orfanato sufrirían su venganza.

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